ANTROPOLOGÍA |
Antropología
La antropología: es el estudio de la humanidad, de los
pueblos antiguos y modernos y su estilo de vida. Sus cinco ramas
principales se centran en distintos aspectos de la experiencia
humana: son la antropología social o cultural, la lingüística
antropológica, la antropología física o biológica, la arqueología
y la antropología aplicada (Givens y Skomal, 1993). Su enfoque
distintivo radica en su perspectiva global, comparativa y
multidimensional, los antropólogos nunca fundamentan sus
descubrimientos en el estudio de una sola población, raza, tribu,
clase, nación, tiempo o lugar. Los antropólogos insisten, ante
todo, en que se contrasten las conclusiones extraídas del estudio de
un grupo humano o de una determinada civilización con datos
provenientes de otros grupos o civilizaciones. De esta manera, los
antropólogos aspiran a dominar los perjuicios de su propio sexo,
clase, raza, religión, nación, grupo étnico o cultura. Desde la
perspectiva antropológica, todos los pueblos y culturas son
igualmente merecedores de estudio.
Los antropólogos creen que la única manera de alcanzar un
conocimiento profundo de la humanidad consiste en estudiar tanto las
tierras lejanas como las próximas, tanto las épocas remotas como
las actuales. Y adoptando esa visión amplia de la totalidad de la
experiencia humana, quizá logremos arrancarnos las anteojeras que
nos imponen nuestros estilos de vida locales para ver al ser humano
tal como realmente es.
Debido a su perspectiva biológica, arqueológica, lingüística,
cultural, comparativa y global, la antropología puede dar respuesta
a muchas preguntas fundamentales. Puede contribuir al entendimiento
del significado de nuestra herencia animal y, por lo tanto, a la
definición de lo que es característicamente humano en nuestra
naturaleza. Está estratégicamente equipada para estudiar la
importancia cultural y biológica de la raza en la evolución de las
culturas y en la conducción en la vida contemporánea. Y también
posee la clave para comprender los orígenes de la desigualdad social
en forma de racismo, sexismo, explotación, pobreza y subdesarrollo
internacional. Por todo ello, la antropología puede contribuir en
gran medida a nuestra comprensión de los principales temas que
dividen a la sociedad contemporánea y ponen en peligro la paz
mundial.
El enfoque combinado de los cinco campos se llama antropología
general.
Antropología
Cultural (social): se ocupa de la descripción y análisis de las
culturas (tradiciones del pasado y del presente)
- Etnografía: describe las culturas contemporáneas.
- Antropología médica: estudia los factores biológicos y culturales en la salud, la enfermedad y el tratamiento de la enfermedad*.
- Antropología urbana: estudia la vida en la ciudad, las bandas, el abuso de drogas*.
- Antropología de desarrollo: estudia las causas del subdesarrollo y el desarrollo entre las naciones menos desarrolladas*.
Arqueología:
la arqueología estudia los restos materiales que dejan las
culturas del pasado sobre o debajo de la superficie de la tierra. Es
útil cuando los pueblos no han dejado registros escritos de ningún
tipo.
- Arqueología histórica: estudia las culturas del pasado reciente mediante una combinación de registros escritos y excavaciones arqueológicas.
- Arqueología industrial: Arqueología histórica que se centra en las fábricas e instalaciones industriales.
- Arqueología de compromiso: orienta las investigaciones arqueológicas hacia declaraciones de impacto en el medio ambiente y hacia la implantación de emplazamientos históricos y prehistóricos*.
Antropología
física o biológica: asocia los demás campos antropológicos en
el estudio de los orígenes animales y la naturaleza biológicamente
determinada del homo sapiens. Estudio de restos fósiles de especies
antiguas similares a la especie humana, variaciones hereditarias, de
cultura y medio ambiente.
- Primatología: estudia la vida social y biológica de los monos, grandes simios y demás primates.
- Paleontología humana: búsqueda y estudio de los restos fósiles de las especies humanas primitivas y sus antepasados.
- Antropología forense: identifica las víctimas de asesinatos y accidentes. Establece la identidad de los criminales*.
- Genética de la población: estudia las diferencias hereditarias de las poblaciones humanas.
Antropología
Lingüística: es el estudio de la gran diversidad de lenguas
habladas por seres humanos; intenta reconstruir la historia o
evolución de éstas lenguas y de familias lingüísticas enteras.
- Lingüística histórica: reconstruye los orígenes de lenguas específicas y de familias de lenguas.
- Lingüística descriptiva: estudia la gramática y la sintaxis de las lenguas.
- Socio lingüística: estudia el uso real de la lengua en la conducta comunicativa de la vida cotidiana.
Antropología
Aplicada: utiliza los descubrimientos de los estudios culturales,
arqueológicos, lingüísticos y biológicos para resolver los
problemas prácticos que afectan a la salud, la educación, la
seguridad y la prosperidad de los seres humanos en los más diversos
marcos culturales.
*Las
especialidades marcadas con asterisco tiene un enfoque marcadamente
aplicado..
La
Biología, la Genética y la Evolución
En su amplio sentido, el término “evolución” designa el cambio
que se produce al pasar de formas o estructuras antiguas a otras
nuevas.
La evolución orgánica es una consecuencia de la interacción de
procesos reproductores y evolutivos:
Los procesos reproductivos dependen de la replicación de la
información genética codificada en las moléculas de ADN que están
en los cromosomas. En los organismos humanos, y en otros dotados de
reproducción sexual, cromosomas y genes se mezclan aleatoriamente
conforme a las leyes de distribución independiente (los genes de
cromosomas no homólogos se heredan por separado) y de segregación
(los alelos paternos y maternos en cromátidas homólogas se separan
unos de otros durante la meiosis terminando en células sexuales
diferentes). El conjunto real de genes en los cromosomas de un
organismo constituye su genotipo; el fenotipo –su manifestación
externa- es consecuencia de la supresión de los alelos recesivos y
de la interacción del genotipo con el medio ambiente.
La evolución biológica se inicia con cambios en la frecuencia de
genes hallados en una determinada población. Cinco grandes fuerzas
explican los cambios en la frecuencia genética:
- Deriva de genes: los cambios evolutivos producidos por el factor al azar se denominan deriva de gases. Las proporciones de genes en cada generación pueden diferir simplemente como consecuencia del azar. La frecuencia de los alelos que predicen las leyes de la segregación y asignación independiente supone la existencia de grandes poblaciones. Si la población es muy pequeña, puede que no se dé el número de apareamientos suficientes como para que puedan ser efectivas estas leyes. Supongamos, por ejemplo, que en una población aislada solo un individuo de una población total de cien porta un alelo para el cabello rizado. Por aza, podría ocurrir que este individuo muriera sin hijos o que ninguno de sus hijos o hijas heredara el alelo para el cabello rizado. En consecuencia, podrían desaparecer los individuos de este alelo en esta población. Otro tipo de deriva (conocida como efecto derrumbamiento) puede producirse cuando una pequeña parte de la población emigra y se lleva a su nueva residencia un pool de genes que no es representativo del grupo original. Por ejemplo, uno de estos emigrantes puede ser portador del gen recesivo de una rara enfermedad ocular. Tras llegar a una isla anteriormente deshabitada puede tener una descendencia numerosa, elevando en consecuencia la frecuencia del alelo a un alto nivel.
- Flujo de Genes: cuando las poblaciones emigran, suelen mezclarse con las poblaciones con las que se encuentran, y se dice que sus genes “fluyen” de un pool génico a otro. Como resultado de este flujo, el pool génico del Brasil moderno, por ejemplo, está constituido por genes de individuos procedentes de muchas regiones diferentes y que se casaron unos con otros. Para distinguir entre la deriva y el flujo de genes conviene recordar que, en el flujo, la alteración de la frecuencia genética resulta de la introducción de genes que anteriormente que antes no se encontraban presentes en la población o poblaciones inmigrantes, mientras que en la deriva, acontecimientos accidentales transforman frecuencias genéticas ya existentes en determinada población.
- Mutación: estas son alteraciones o errores en la secuencia o estructura de las moléculas de ADN que producen nuevos alelos o cromosomas. Muchos factores físicos y químicos pueden intervenir en la no replicación de un gen o de un cromosoma entero. La radiación, por ejemplo, es una causa bien conocida de mutación en muchas especies. En condiciones normales, las mutaciones, pueden producirse desde un máximo de una vez cada 20.000 duplicaciones hasta un mínimo de una vez cada 10 millones de duplicaciones. Unos índices de mutación altos tenderán a alterar la composición de pool genético. Sea cual sea su índice de aparición, sin embargo, las mutaciones, si son ventajosas, pueden constituir la materia prima para un extenso cambio evolutivo. En último término, las mutaciones son el origen de toda variación genética.
- Selección natural: la fuerza más poderosa para el cambio evolutivo proviene de la eficacia biológica [finess] variable de genes y alelos. La eficacia biológica se refiere pura y simplemente al número de descendientes que sobreviven, asociados a los alelos en un locus (lugar) concreto. Los alelos relacionados con una eficiencia biológica más alta aumentarán su frecuencia a expensas de los alelos de menor eficacia. El proceso por el que los genes con un alto grado de eficiencia biológica reemplazan a los genes de baja eficiencia se denomina selección natural. Por medio de ésta los organismos se adaptan a las necesidades y oportunidades presentes en su medio ambiente. Una característica adaptativa es aquella que confiere niveles relativamente altos de eficacia biológica. Es importante recordar que no ay un nivel fijo absoluto de eficacia biológica que garantice la perpetuación de una especie. La esencia de la evolución orgánica es su oportunismo.
- Selección sexual: dentro de los animales que se reproducen sexualmente, la competencia entre uno de los sexos por el acceso a la pareja puede provocar la selección de ciertos rasgos que faciliten dicho acceso. Entre los ejemplos bien conocidos se encuentra la cornamenta de los ciervos, el plumaje llamativo de los pájaros macho, los elaborados rituales de apareamiento de los peces espinosos y el comportamiento agresivo y gran tamaño de los machos de morsa. Los antropólogos físicos difieren entre respecto a la distinción entre selección natural y selección sexual. Aunque la consecuencia inmediata de la selección sexual es un acceso preferente a la pareja, el efecto indirecto es el éxito reproductivo preferente.
De éstas, la selección natural es la más poderosa puesto que
explica la adaptabilidad de las especies. La gradación filética y
el equilibrio interrumpido son puntos de vista alternativos sobre el
ritmo de la especiación. Ambos se adaptan al punto de vista
darwiniano de que la formación de las especies es el resultado de
procesos naturales.
Las teorías del creacionismo científico no son alternativas
aceptables al evolucionismo. O bien son incontrastables o bien se
hallan contradichas por la evidencia disponible. Por el contrario,
las teorías evolucionistas han sido rigurosamente contrastadas y
resultan compatibles con los datos. Si el creacionismo se presentara
como una creencia religiosa incomprobable, no habría disputa alguna
entre creacionismo y evolucionismo. Pero los científicos están
obligados a criticar el creacionismo si éste se presenta como una
teoría científica alternativa.
Genealogía
y naturaleza humana
Los biólogos clasifican con denominaciones latinas los organismos
sirviéndose de un conjunto estandarizados de categorías cada vez
más inclusivas, que ascienden desde la especie hasta el reino. Los
diferentes tipos de organismos dentro de cada categoría se denominan
taxones. El objetivo de esta categorización consiste en agrupar a
todos los organismos que poseen un antepasado común en el mismo
taxón. Así, pues, si uno está interesado en la cuestión de que es
la naturaleza humana, parte de la respuesta radica, sin duda, en
conocer los taxones a los que pertenecen nuestros antepasados. Todos
estos taxones han aportado algo a la naturaleza humana.
Categoría y
taxones de la genealogía humana:
reino | animalia | animales |
filo | Chordata | Animales con notocordio |
subfilo | vertebrata | Animales con espina dorsal |
superclase | tetrápoda | 4 pies |
clase | mammalia | Con pelaje y glándulas mamarias |
subclase | theria | Conciben crías fetales |
infraclase | Eutheria | Alimentan al feto en el útero |
orden | primate | Primates |
suborden | anthropoidea | Monos, simios y humanos |
superfamilia | hominoidea | Simios y humanos |
familia | hominidae | Humanos y antepasados inmediatos |
género | homo | Miembros actuales y extintos de la especie humana |
especie | sapiens | Humano moderno |
subespecie | Sapiens sapiens | Humanos contemporáneos |
Los seres humanos son animales: organismos móviles y pluricelulares
que obtienen energía de la ingestión de otros organismos. Los
animales son radicalmente diferentes de los miembros de otros reinos,
como el de las plantas, el de las bacterias, el de las criaturas
unicelulares y el de los hongos.
También pertenecemos al filo de los cordados, cuyos miembros poseen:
un notocordio (una estructura en forma de bastón que proporciona
soporte interno al cuerpo), bolsas branquiales (aberturas laterales
en la garganta), una cuerda nerviosa que termina en el cerebro
(mostramos los dos primeros rasgos cuando somos embriones). Los
cordados contrastan radicalmente con unos veinticuatro filos
diferentes de animales, como las esponjas, las medusas, los
platelmintos, los arácnidos, los moluscos, y los artrópodos
(insectos, crustáceos, miriápodos, arácnidos).
Asimismo, los seres humanos son vertebrados, que se singularizan de
otros subfilos de los cordados merced a dos rasgos: en todos los
vertebrados adultos el notocordio está rodeado o se halla sustituido
por una columna de discos cartilaginosos y óseos (las vertebras), el
cerebro está encerrado dentro de una cubierta ósea (cráneo).
Dentro de los vertebrados pertenecemos a la superclase de los
tetrapodos, que literalmente significa <de cuatro pies>,
diferente a su vez de la superclase de los peces. Los tetrapodos se
dividen a su vez en cuatro clases: anfibios, reptiles, aves,
mamíferos. Nuestra clase, los mamíferos, se distingue de las otras
por: glándulas mamarias que secretan leche, pelaje, dientes
incisivos, caninos y molares para cortar, desgarrar y triturar
respectivamente. Además, los mamíferos comparten con las aves la
capacidad de mantener sus cuerpos a una temperatura constante.
Los mamíferos se dividen normalmente en dos subclases: los terios,
mamíferos como nosotros que no ponen huevos, y los prototerios
(también denominados monotremos), que ponen huevos, de los que el
equidna y el ornitorrinco son los géneros representativos mejor
conocidos y los únicos supervivientes.
La subclase de los terios, que no pone huevos, se dividen en dos
infraclases vivientes: los metaterios, o marsupiales, y nuestra
propia infraclase, los euterios. La característica principal de los
euterios es la presencia de la placenta, una singular estructura
nutricia y de intercambio de desechos que asegura el desarrollo del
feto dentro del cuerpo de la madre. Los metaterios carecen, parcial o
totalmente, de estructura placentaria. En cambio, muchos, aunque no
todos, tienen una bolsa externa en la que la diminuta cría recién
nacida completa su desarrollo fetal.
Nuestra infraclase, los euterios, comprenden dieciséis órdenes,
incluyendo, por ejemplo, los insectívoros, carnívoros y roedores.
El orden al que pertenecemos nosotros se llama formalmente primates,
un taxón que abarca a monos, simios, tarseros, lémures, y otros
parientes cercanos. Usaremos el término informal primates para
designar este orden.
El
orden de los primates:
En comparación con otros órdenes dentro de los mamíferos, los
primates poseen:
- Manos, pies, dedos y uñas característicos;
- Extremidades especializadas;
- Agudeza visual;
- Una reducida de pendencia del sentido del olfato;
- Reducido número de crías por parto;
- Prolongados periodos de gestación e infancia;
- Conducta social compleja;
- Cerebros de gran tamaño
Los primates y la vida en los árboles:
La mayoría de los primates fósiles y vivos se encuentran en
hábitats forestales tropicales. Algunas de las características que
distinguen a los primates de otros mamíferos probablemente fueron
seleccionadas por sus ventajas para el tipo de vida arbóreo
–habitación o morada arbórea- de estos bosques: manos y pies
prensiles para subir por los troncos y ramas; extremidades delanteras
para explorar entre las hojas, recoger frutos y bayas y capturar y
coger pequeños insectos y reptiles; visión aguda como compensación
por no seguir las pistas olfativas de rama en rama o de árbol en
árbol, y reducido número de crías por parto, como adaptación a
las dificultades y peligros que representa, tanto como para la madre
como para las crías, llevar una camada agarrada a ella mientas corre
y da grandes saltos por encima del suelo. Es interesante señalar que
la aparición de los primates en el registro fósil se corresponde
con el de las plantas y árboles angiospermos, caracterizados por la
producción de semillas, frutos secos, bayas y frutas, a diferencia
de la vegetación tropical anterior.
Pero la vida en los árboles no basta por sí misma para explicar las
fases tempranas del a evolución de los primates. Las ardillas, por
ejemplo, tienen garras y extremidades no prensiles y carecen de
visión estereoscópica, a pesar de ser expertos acróbatas aéreos.
Parece probable que las funciones de asimiento de las manos y los
pies se desarrollaron en primer lugar para facilitar la cautela y los
movimientos bien controlados para perseguir pequeños animales e
insectos entre las ramas y hojas bajas. La visión estereoscópica de
los primates recuerda a la de los felinos y aves depredadoras, que
también se desarrollan en relación con su captura de pequeños
animales e insectos.
Parece seguro que alguno de nuestros antepasados más remotos
vivieron en los árboles. Pero, como en el caso de muchas otras
especies de primates, nuestros ancestros llegaron a tener una vida
terrestre –vivida en tierra- en algún momento del pasado.
El
suborden de los antropoides frente al suborden de los prosimios
El orden de los primates comprende dos subórdenes: antropoides y
prosimios. Los monos, los grandes simios y los seres humanos
pertenecen al primero de estos subgrupos. El de los prosimios se
halla integrado por lémures, tarsios, loris y gálagos. Estos
primates nuestros menos conocidos se encuentran en África,
Madagascar, Indiana y sudeste asiático.
A los antropoides se les denomina a veces <primates superiores>.
Tienen cajas craneanas relativamente grandes y redondas, caras más
planas y labios superiores e inferiores separados de las encías.
Esta última característica es importante para producir expresiones
faciales, ayuda a la comunicación de sentimientos e intenciones.
Las
superfamilias de los antropoides
El suborden de los antropoides se compone de tres superfamilias: los
ceboides, o monos del Nuevo Mundo; los cercopitecoides, o monos del
Viejo Mundo; los hominoides, que comprenden todas las especies
fósiles y contemporáneas de simios y seres humanos. Los monos del
Viejo Mundo y del Nuevo Mundo tienen diferentes estructuras dentales
que indican una antigua divergencia del tronco primate o prosimio
común. Los monos del Viejo Mundo tienen la fórmula dental 2.1.2.3.
Estas cifras designan, de izquierda a derecha, el número de
incisivos, caninos, premolares y molares en cada cuadrante del
maxilar. El número total de dientes viene dado por el número de
dientes de cada cuadrante multiplicado por cuatro. Por otra parte
todos los antropoides del Nuevo Mundo tienen estructuras del tipo
2.1.3.3. o 2.1.3.2. si le han salido las muelas del juicio
descubrirán por sí mismos que los humanos compartimos con los monos
del Viejo Mundo y con los simios una estructura del tipo 2.1.2.3.
Características
de los hominoides
Los hominoides están formados por simios y hombres. Hay dos familias
de simios vivientes: los hilobátidos, que están formados por
siamangs y gibones (los pequeños simios), y los póngidos, que
están formados por chimpancés, gorilas y orangutanes (los grandes
simios).
En general, los hominoides son más grandes que los demás
antropoides y han desarrollado posturas y modos de locomoción que
los distinguen. A diferencia de la mayoría de los monos, tres de los
hominoides actuales –el Homo Sapiens, el gibón y el siamang- rara
vez se desplazan sobre sus cuatro patas.
El gibón y el siamang son ante todo braquiadores que se balancean de
rama en rama con las patas encogidas contra su cuerpo, propulsados a
través de graciosos movimientos que realizan con sus brazos,
extraordinariamente largos y fuertes.
Aunque el chimpancé, el gorila y el orangután también tienen
brazos largos, los individuos adultos, son demasiado grandes y
pesados para braquear con energía. Los machos adultos del gibón
apenas pesan 12 kilos. Por el contrario, los machos adultos del
chimpancé llegan a pesar 45 kilos, los orangutanes 90 y los gorilas
maduros hasta 225 kilos. Sin embargo, todos los homínidos son buenos
trepadores, con excepción de los humanos, y sacan partido de sus
largos brazos cuando practican la alimentación en suspensión: se
suspenden con la ayuda de los brazos y los pies prensiles,
estirándose para alcanzar sabrosos bocados de rama que no podrían
aguantar su peso.
Además, los grandes simios han desarrollado formas especiales de
andar en el suelo, destacando, en este sentido, el chimpancé y el
gorila, que pasan sobre él la mayor parte de sus días. En esto se
parecen a los monos que viven permanentemente en el suelo, como los
babuinos. Pero mientras que los babuinos mantienen su forma de andar
cuadrúpeda caminando sobre las palmas de las manos, los gorilas y
los chimpancés andan sobre los nudillos; sus largas extremidades
delanteras se unen en el codo formando una línea recta rígida, y su
peso hacia adelante descansa sobre los nudillos.
Las hembras de los orangutanes apenas descienden al suelo, pero los
machos caminan apoyándose sobre los laterales de sus nudillos
durante sus frecuentes descensos.
Además de brazos largos y dedos prensiles, todos los póngidos vivos
poseen rasgos anatómicos relacionados probablemente con la
braquiación, en especial una articulación característica de la
clavícula, la espátula y el húmero, así como una cavidad pectoral
orientada de forma vertical.
Los humanos poseen el mismo sistema de articulaciones, lo que otorga
facilidad a la idea de que tuviéramos antepasados braquiadores. En
nuestro caso, sin embargo, la capacidad de braquiación fue casi
totalmente abandonada a favor del bipedismo. Esto ha llevado al
alargamiento de nuestras piernas hasta un punto que no conoce paragón
entre los hominoides.
Hay que añadir tal vez que los hominoides son probablemente más
inteligentes que los demás primates, como sugieren los recientes
experimentos con la enseñanza de formas de comunicación a gorilas y
chimpancés.
El
ADN y el antepasado común de los simios y humanos
En los últimos años se han desarrollado varios métodos basados en
análisis bioquímicos para medir el grado de parentesco entre
especies vivas. Dichas diferencias pueden medirse directamente
analizando la secuencia de bases de su ADN. Todas las pruebas
bioquímicas empleadas conducen a una misma conclusión: entre los
antropoides, las secuencias entre los pares de bases de gorilas y
chimpancés son las más parecidas a las secuencias correlativas del
ADN humano. Sin embargo, la pregunta de si es el gorila o el
chimpancé quien es genéticamente más parecido a los humanos
permanece sin resolver. En cualquier caso, la diferencia entre el ADN
humano y el de sus dos parientes más próximos entre los grandes
simios viene a ser la misma que la existente entre el ADN de un gato
doméstico y el de un león.
Distancias genéticas mucho más grandes separan al chimpancé y al
gorila del orangután y el gibón.
La
familia de los hominoides frente a la familia de los póngidos y la
de los hilobáticos.
Como acabamos de ver, la superfamilia de los hominoides comprenden
tres familias: los hominidae u homínidos, todas las variedades de
homínidos, de los que el homo sapiens es el único representante
superviviente; los póngidos, todas las variedades, contemporáneas o
extintas, de grandes simios, y; los hilobáticos, todos ellos
variedades contemporáneas y extintas del gibón y el siamang.
¿Qué distingue a los humanos de los simios? Las diferencia más
llamativa entre los homínidos y los póngidos, dejando aparte por el
momento rasgos conductuales asociados a la evolución de la cultura,
están todas ellas relacionadas con el desarrollo del bipedismo entre
los homínidos. Como veremos con más detalles en el próximo
capítulo, los homínidos abandonaron la alimentación en suspensión
y la braquiación a favor de una vida que transcurría, en su mayor
parte, en el suelo y en un hábitat relativamente abierto o del tipo
de la sabana. De este cambio básico de hábitat y modo de andar
surgieron una serie de adaptaciones anatómicas y conductuales que
separaron a los homínidos de los grandes simios. Para comprender
quienes somos debemos empezar por el suelo.
- El pie: la fuerza de elevación de los músculos de la pantorrilla levanta el hueso del talón. Después, el apalancamiento contra el dedo gordo del pie transmite un impulso hacia adelante y hacia arriba. Los arcos que se extienden desde la parte delantera hacia la trasera y de lado a lado mantiene elástica la acción. El dedo gordo del pie humano, a diferencia del de los póngidos, se alinea con el resto de los dedos y ha perdido prácticamente toda su oponibilidad. Mientras que el pie de los póngidos puede ser utilizado para tocar y asir objetos, el pie de los humanos se ha especializado en estar de pie, andar y correr.
- Brazos y manos: la gran ventaja del bipedismo de los homínidos es que deja libre los brazos y las manos para transportar, arrojar y levantar objetos sin que ello le impida permanecer de pie, andar o correr. El gorila, el chimpancé y el orangután dependen de sus brazos para la braquiación o para andar en posición semierecta. Los homínidos son los únicos animales que pueden correr cómodamente largas distancias en el suelo mientras llevan objetos pesados en sus manos. Además, la destreza manual de los homínidos es insuperable; en el gibón y en el orangután, las necesidades de trepar y de braquiación han reducido el tamaño y la destreza del pulgar. El chimpancé y el gorila son bastante diestros, pero nuestro pulgar es mayor, mucho más musculoso y más flexible. La longitud y fuerza del pulgar humano nos permite un asimiento extraordinariamente preciso, fuerte pero delicado. En este asimiento, que es casi un rasgo tan distintivo de la humanidad como el bipedismo y el tamaño del cerebro, ha ayudado en convertirnos en los supremos artesanos del reino animal.
- Las extremidades inferiores: en relación con la longitud del tronco, las piernas humanas son las más largas entre los hominoides. La gran pantorrilla de nuestras extremidades inferiores es distintiva; los grandes simios carecen de músculos prominentes de la pantorrilla. Aún es más radicalmente humana la imponente musculatura glútea, que, cuando no nos sentamos sobre ella, proporciona gran parte de la fuerza para caminar cuesta arriba, enderezarse después de agacharse correr y saltar.
- El cinturón pélvico: en los mamíferos cuadrúpedos, la pelvis presenta el contorno de un estrecho tubo al que se fijan las extremidades traseras formando casi un ángulo recto. Casi la mitad del peso de un animal que se desplaza a gatas se transmite por la pelvis a las extremidades traseras. Entre los póngidos, las extremidades traseras soportan un porcentaje mayor del peso total del cuerpo. La pelvis del chimpancé, por ejemplo, muestra cierto aplanamiento y robustecimiento debido al incremento de la función de sostener pesos. Pero en los homínidos, la pelvis tiene forma de cuenca, y el centro de gravedad del cuerpo pasa directamente por ella. Esta forma de cuenca de la pelvis humana y de los músculos asociados a ella desempeñan un papel importante para mantener erecta la parte superior del cuerpo.
La conformación de la pelvis humana en forma de cuenca se completa
con vértebras que se doblan hacia adentro y ligamentos en la base de
la columna vertebral (una cola vestigial) que cierran la parte
inferior de la cavidad pélvica. Una importante función de la pelvis
consiste en proporcionar acoplamientos a los fuertes músculos que
controlan las piernas. La forma de cuenca o anillo de la pelvis
humana con sus dos cías a modo de anchas hojas incrementa la fuerza
efectiva de toda la musculatura implicada en el bipedismo. Los
músculos fijados a estas cías y a otras partes de la pelvis también
proporcionan gran parte de la fuerza para mover las extremidades
inferiores.
- La columna vertebral: para posibilitar la postura erecta, la columna vertebral humana ha desarrollado vértebras extras que forman una singular curva en la región lumbar. Aquí, la columna se encorva hacia delante por encima del centro de la pelvis y, al encontrarse con la pelvis, vuelve en sentido inverso para formar una <hoz> con el mango arriba. Sin esta curva, la gente tendría a desplomarse hacia atrás. Aunque es capaz de soportar 320 kg o más, nuestra columna vertebral está sujeta a un funcionamiento defectuoso. Las fuertes presiones sobre los discos cartilaginosos entre las vértebras producen hernias, alineamientos defectuosos y dolores de espalda específicamente humanos. En su extremo superior la columna vertebral humana se curva hacia delante, después hacia arriba y ligeramente hacia atrás, y se articula con nuestro cráneo en un punto próximo a su centro de gravedad. La vertebras cervicales del hombre carecen de las largas prolongaciones espinosas hacia atrás que sujetan los grandes músculos del cuello del gorila.
- El cuello: la cabeza gira en lo alto de la columna vertebral sobre un par de protuberancias óseas situadas en la base de nuestros cráneos. Estas protuberancias se llaman cóndilos occipitales. Entre ellas se encuentra el foramen magnum, el agujero por el cual la columna vertebral se introduce en el cerebro.
En los póngidos la mayor parte del peso de la cabeza se desliza
hacia delante de los puntos giratorios. Los fuertes músculos del
cuello necesarios para la estabilidad oscurecen totalmente el
contorno esquelético de la región cervical del gorila. Los
homínidos modernos son diferentes; nuestros cóndilos occipitales
están muy próximos a nuestro centro de gravedad de la cabeza.
Nuestra cabeza casi se balancea por sí sola en lo alto de la curva
cervical; por ello, solo necesitamos en el cuello unos músculos
relativamente pequeños; tenemos un cuello distintivamente largo y
delgado.
- El cráneo: la parte posterior del cráneo a la que se fijan los músculos del cuello se llama el plano de la nuca. Entre los póngidos, esta área es muy grande y se eleva formando un ángulo abrupto con el resto de la cabeza en la cresta de la nuca. En el homo sapiens la cresta de la nuca está ausente, el área del plano de la nuca es más pequeña y su posición se encuentra debajo, en vez de la parte posterior, del cráneo. Esta nueva disposición proporciona un contorno liso, esférico, a la parte posterior del cráneo humano. La redondez continúa en la región frontal y está claramente relacionada con el hecho de que nuestro cerebro sea el más grande y pesado de los cerebros de los primates. Visto desde atrás, nuestro cráneo se distingue por sus escarpadas paredes laterales. Su anchura máxima se alcanza encima, en lugar de por debajo, de los oídos. La cabeza de un gorila es más robusta que la nuestra, pero el espacio disponible en su interior es mucho más pequeño. Gran parte de su cráneo se halla ocupado por gruesos huesos y prominentes crestas, que sirven como acoplamiento para los músculos y como refuerzos estructurales. Esas crestas, también se hallan en algunos homínidos extintos.
- La cara y el maxilar superior: entre los póngidos, la cara continúa extendiéndose más allá del plano de la frente. El corrimiento hacia adelante del maxilar superior, lo que da lugar a una forma denominada prognatismo. En cambio, el maxilar superior de los seres humanos actuales es ortognato; se alinea verticalmente con la frente, directamente con la cuenca de los ojos. En los gorilas, hay una gran barra sobre los ojos denominada toro supraorbitario. Esta estructura protege la parte superior de la cara de la enorme presión provocada por los imponentes maxilares y los poderosos músculos masticadores del gorila. Con la excepción de ciertas especies extintas, los homínidos tienen maxilares más pequeños, músculos masticadores menos poderosos y un toro supraorbitario más reducido. La introducción de alimentos cocinados, que no tienen que ser masticados tan vigorosamente como los crudos, puede ser el factor responsable del reducido tamaño y prognatismo de la cara de los homínidos. No obstante, esto supondría que los primeros homínidos controlaban el fuego, algo de lo que existen escasas evidencias. Otra explicación alternativa relaciona el ortognatismo con la expansión de la cavidad craneal y la recolocación de los músculos masticadores.
- Maxilares y dientes: nuestro equipo masticador es uno de nuestros rasgos más importantes y distintivos. No basamos en los fragmentos fosilizados de maxilares e incluso de dientes sueltos para trazar la filogenia de los homínidos y distinguir entre taxones de homínidos póngidos. Vistos desde arriba los dientes de los póngidos modernos forman un arco característico en el que las largas hileras en paralelo de molares y premolares se unen en una curva de caninos e incisivos en forma de U. Por contraposición, el arco dental de los homínidos es parabólico o redondeado y está muy comprimido para conformarse a su ortognatismo. Los incisivos y los caninos de los póngidos son grandes en comparación con sus molares e imponentes en comparación con los incisivos y caninos de los homínidos; a diferencia de los póngidos, los incisivos y caninos de los homínidos son más pequeños en sus molares.
Estas diferencias implican adaptaciones alimentarias radicalmente
diferentes. El imponente tamaño de los dientes delanteros de los
póngidos está probablemente relacionado con el uso de los incisivos
y caninos para cortar y desgarrar la cubierta exterior de vegetales
leñosos, como el bambú y el apio silvestre, y la cascara dura de
los frutos del bosque. Los incisivos y caninos pequeños de los
homínidos en relación con sus grandes molares sugieren una dieta
diferente, basada en sustancias que los dientes delanteros
transforman fácilmente en trozos del tamaño de un bocado pero que
después deben ser trituradas y molidas durante bastante tiempo antes
de ser ingeridas. La importancia de los dientes para moler y triturar
en la adaptación de nuestros antepasados viene sugerida por el modo
flexible en que está encajado nuestro maxilar inferior, lo que
permite movimientos rotatorios de atrás hacia adelante y de lado a
lado cuando masticamos.
Otro rasgo evocador de la pauta de moler y triturar es el brote
retardado de los molares en los homínidos, de tal forma que cuando
se desgastan los molares delanteros, a causa de moler y triturar
plantas terrosas, se sustituyen por molares jóvenes en la parte de
atrás. Un aspecto final de esta pauta consiste en que los molares de
los homínidos son más altos que anchos o largos. Este es otro rasgo
que proporcionaría una ventaja selectiva al resistir el desgaste
producido por una acción prolongada de moler.
Otro rasgo importante de la dentición de los homínidos consiste en
que nuestros caninos solo sobresalen un poco o nada por encima del
nivel de los dientes adyacentes. Por contraposición, los caninos de
los póngidos, en especial los caninos superiores, son tan grandes
que necesitan espacios en el maxilar inferior para permitir que su
boca se cierre herméticamente. Los caninos son especialmente
conspicuos entre los machos de los póngidos. Además de desgarrar
tallos leñosos y abrir frutos de cascara dura, se usan para amenazar
a los depredadores, a las hembras y a los machos más jóvenes.
Puesto que no tenemos ni grandes caninos ni otros grandes dientes,
nuestros maxilares han perdido la capacidad defensiva u ofensiva para
la que sirven en muchos otros animales.
La estructura básica de la dentición de los homínidos no corrobora
el estereotipo popular de que nuestros antepasados eran <simios
asesinos> sedientos de sangre. De hecho, la verdad parece ser
justamente lo contrario. Los seres humanos, desprovistos de caninos,
con uñas de los dedos de las manos y en los pies en lugar de garras,
somos, aunque parezca extraño, criaturas anatómicamente
inofensivas. Desnudos, sin armas ni conocimientos de judo o kárate,
nos resultaría prácticamente imposible matar a cualquier animal
grande y sano, incluyendo nuestros propios congéneres adultos, aún
de igual tamaño. Esto no quiere decir que nuestros antepasados
fuesen vegetarianos; al contrario, sin duda eran omnívoros: se
alimentan de carne y plantas.
La
sexualidad de los homínidos
En todos los primates vivos, la frecuencia del acto copulatorio está
estrechamente controlado por el ciclo ovulatorio de la hembra. En el
momento de la ovulación, cuando el óvulo maduro está listo para
ser fertilizado, las hembras de los primates indican de múltiples
maneras que se encuentran en un elevado estado de receptividad sexual
denominada estro. Así, pueden indicar hinchazones polícromas en la
piel, especialmente en la región anovaginal, emitir olores
sexualmente excitantes y exhibir cambios en su conducta, como
presentar activamente sus grupas a los machos o hacerse más
agresivas. Al menos tres de las especies de los póngidos, los
chimpancés, los gibones y los gorilas, muestran inflamaciones
anogenitales durante la ovulación. Las muestras más evidentes son
las que muestran los chimpancés; las menores, las de los gorilas. La
receptividad sexual en los chimpancés se exterioriza mediante una
hinchazón de color rosado brillante en la piel anogenital, y durante
este periodo se ha llegado a observar hasta a veinte machos copulando
con una misma hembra.
Lo que asegura el estro es que cuando un óvulo femenino está listo
para ser fertilizado estén allí los espermatozoides para hacerlo.
Aunque el ciclo menstrual de la hembra humana se parece en muchos
aspectos al de los póngidos y otros primates, los humanos no
poseemos un ciclo de estro. No hay signos externos que nos indiquen
el periodo durante el cual los óvulos viables pueden ser
fertilizados por el esperma. Este periodo es notablemente corto: el
óvulo es fértil durante unas veinticuatro horas aproximadamente,
mientras que los espermatozoides pueden vivir en la mucosa uterina
durante tres días. La mayoría de las mujeres no se dan cuenta de
cuando están ovulando. En lugar del estro los humanos han
desarrollado un sistema único para asegurarse que durante el breve
intervalo en que el óvulo está listo para ser fertilizado los
espermatozoides estén allí para efectuar su trabajo. Este sistema
implica mantener a hombres y mujeres sexualmente activos durante un
alto porcentaje de días, semanas y meses a lo largo del año. En
este sentido, los humanos son animales inusualmente <<sexuales>>.
¿Por qué perdieron nuestros antepasados el estro pasando a depender
de una sexualidad extrema como forma de asegurar la presencia de
espermatozoides al tiempo de la ovulación? Quizás la explicación
sea que la pérdida del estro se seleccionó porque contribuía al
desarrollo de fuertes lazos cooperativos entre los varones y las
hembras humanas. La satisfacción frecuente de sus mutuas necesidades
sexuales suministra la base de la amplitud única con que varones y
hembras humanas cooperan en el cuidado y alimentación de sus crías,
así como en su cuidado recíproco. Este elevado grado de cooperación
asegura a la especie humana una alta tasa de éxito reproductivo no
obstante el alto gasto de energía que implica el hecho de que no
estén sincronizados los momentos de copulación y ovulación.
La
sexualidad de los chimpancés
Entre los primates, el mayor acercamiento a las pautas humanas que
utilizan la sexualidad para crear lazos económicos y sociales se ha
encontrado entre los chimpancés, y en especial entre los de la
especie Pan paniscus, que viven exclusivamente en Zaire. Conocidos
como bonobos, la pauta de la sexualidad de esta especie nos puede
suministrar un modelo de la pauta que prevaleciera entre los
homínidos primitivos.
Aunque los Pan paniscus exteriorizan hinchazones crecientes o
decrecientes en la zona anogenital a lo largo del ciclo ovulatorio
las hinchazones permanecen visibles el mayor parte de tiempo y existe
una alta tasa de actividad sexual que abarca copulas diarias
homosexuales y heterosexuales de las hembras a los largo de todos los
meses y de todos el año. No sólo son estos chimpancés
extraordinariamente sexuales, sino que parece que los machos
comparten la comida con las hembras y los adolescentes en mucha mayor
medida que cualquier otro primate no humano. Más impresionante es el
hecho observado de que las hembras inician la conducta de compartir
los alimentos entre sí y con los machos asociándola con la cópula.
Este fenómeno otorga fuerza a la hipótesis de que existe un vínculo
entre la hipersexualidad y grado de interdependencia social con la
evolución de la naturaleza específicamente humana.
Lenguaje
y cultura
Muchos animales poseen tradiciones aprendidas que se transmiten de
generación en generación y que constituyen una forma rudimentaria
de cultura. Los chimpancés fabrican y emplean útiles como
consecuencia de este aprendizaje. Sin embargo, sólo entre los
homínidos la cultura se ha convertido en una fuente primaria de
conducta adaptativa, más importante que la evolución biológica que
implica cambios en la frecuencia genética. Seguramente, los
homínidos más antiguos, con su capacidad de sostenerse de pie y de
caminar erguido y con sus extremidades delanteras completamente
libres de la función de locomoción y sostén, fabricaban,
transportaban y empleaban con eficacia un repertorio de útiles como
medio principal de subsistencia. Los simios, en cambio, sobreviven
perfectamente sólo con el inventario más simple de tales útiles.
Los homínidos, antiguos y modernos, probablemente han dependido
siempre de alguna forma de cultura para su propia existencia.
Estrechamente ligada a la capacidad de adaptaciones culturales está
la capacidad exclusivamente humana del lenguaje y de sistema de
pensamientos dependientes del lenguaje. Aunque otros primates usan
complejos sistemas de señales para facilitar la vida social, el
lenguaje humano difiere cualitativamente de todos los demás sistemas
de comunicación animal. Los rasgos privativos del lenguaje humano
provienen indudablemente de adaptaciones genéticas relacionadas con
la creciente dependencia de los homínidos primitivos de la
cooperación social y de modos de subsistencia culturalmente
adquiridos. Las criaturas humanas nacen con un sistema de circuitos
neuronales que les permite aprender a hablar de forma tan natural
como aprender a andar. Estos circuitos a su vez representan el tipo
de instalación mental útil para una criatura que necesita almacenar
y transmitir gran cantidad de información nueva a lo largo de su
vida.
LOS
PRIMEROS HOMÍNIDOS
El
camino de la evolución
La vida comenzó, probablemente, hace unos tres o cuatro mil millones
de años. Los primeros microorganismos no se fosilizaron y
desaparecieron sin dejar huellas, pero una variedad de complejos
organismos de cuerpo blando dejó señales en las rocas, que datan de
aproximadamente mil millones de años. No fue hasta unos seiscientos
crones (millones de años) cuando los animales de cuerpo duro
comenzaron a ser abundantes.
El filo de los cordados, el subfilo de los vertebrados y la
superclase de los tetrápodos estaban presentes hace unos 400-350
crones. Los mamíferos aparecieron durante la era mesozoica hace unos
225-180 crones. Hubo primates hacia finales de la era Mesozoica o
principios del Cenozoico, hace unos 70-60 crones. Durante el
Oligoceno, en el lapso comprendido entre 38-25 crones, empezaron a
abundar los antropoides. En la época siguiente, el mioceno, los
hominoides se habían propagado extensamente. Los primeros homínidos
inconfundibles no aparecieron hasta el Plioceno, hace unos cinco a
cuatro crones. El género homo apareció en la transición del
Plioceno al Pleistoceno y nuestra propia especie, el homo sapiens, a
finales del Pleistoceno.
Si el cambio de la evolución se redujera a la escala de un
kilómetro, la distancia recorrida desde la aparición de los
primeros humanos sería tan solo de unos 50cm.
De
los prosimios a los hominoides
Durante el Eoceno los primates experimentaron ciertas radiaciones
adaptativas, esto es, la rápida ocupación de nuevos nichos
ecológicos con nuevos géneros y especies. Estas radiaciones
adaptativas fueron seguidas de amplias extinciones de taxones de
prosimios, posiblemente como resultado de la competición con
roedores arborícolas y murciélagos y de la aparición de nuevos
ancestros de los modernos antropoides.
Otra radiación adaptativa tuvo lugar durante el Oligoceno, cuando
los ancestros de los actuales antropoides del Viejo Mundo, simios,
monos y humanos, aparecieron por primera vez en el registro fósil
(los monos del Nuevo Mundo tuvieron su propia radiación en el
Oligoceno). El candidato favorito para ser considerado el primer
antropoide del Viejo Mundo es el denominado Catopithecus, un pequeño
primate del Oligoceno, comedor de hojas o insectos, encontrado en la
región de Fayum, en Egipto, y que se ha datado en la frontera entre
el Eoceno y el Oligoceno, hace 37 crones.
En los yacimientos de Fayum se han encontrado varios otros
antropoides del Oligoceno, como el Aegyptopitecus, por ejemplo. No
obstante, en la actualidad no existen pruebas sobre la existencia de
evolución entre los antropoides en el periodo comprendido entre los
últimos 20 y 30 millones de años, época de la principal radiación
adaptativa de los catarrinos y de la divergencia entre monos y
simios.
Durante el primer Mioceno aparecen varios tipos de simios en lugares
muy separados del Viejo Mundo (pero ninguno en el Nuevo mundo). Sólo
de mediados a finales del Mioceno surgieron simios de grandes cuerpos
notablemente parecidos a los hominoides modernos. Uno de éstos es el
denominado simio africano, o ramapithecus, que vivió hace unos 14
crones.
Existen pruebas de la existencia de, al menos, otros dos grupos de
simios de mediados a fines del Mioceno: los dryopeticinos y los
syvapitecinos. Los dryopitecinos (simios del bosque) se hallan
principalmente en Europa, mientras que los syvapitecinos (llamados
así por el dios hindú Siva) se encontraron tanto en Europa como en
Asia. Aunque existen múltiples semejanzas entre los simios del
Mioceno y los simios modernos, resulta dudoso que cualquiera de las
especies conocidas forme parte de los antepasados de las especies
modernas de monos o de los humanos.
Uno de los fósiles de simios más interesantes es el
Gigantopithecus, un miembro del grupo de los Sivapithecus, cuyos
maxilares, dientes y cuerpos eran casi cuatro veces más grandes que
los de un humano actual. Se extendió durante el Plioceno
sobreviviendo hasta bien entrado el Pleistoceno, extinguiéndose sólo
hace unos 500.000 años.
Los análisis de las secuencias de ADN no pueden aplicarse todavía
con total fiabilidad a fósiles cuya antigüedad supere los 50 a 100
mil años, aunque esta limitación puede llegar a superarse en el
futuro. Por este motivo, los fósiles conocidos de simios del Mioceno
no se pueden situar definitivamente en el árbol genealógico de los
modernos hominoides mediante la comparación directa de sus genomas.
Solo el análisis anatómico comparado de la evidencia disponible
podrá determinar cuáles de los fósiles existentes pertenecen a los
ancestros de los actuales gibones, orangutanes, gorilas, chimpancés
y demás homínidos, si es que alguno de ellos lo es. La solución al
provocador misterio del origen de los homínoides deberá esperar al
hallazgo de nuevos fósiles de simios, en particular de los que
vivieran a finales del Mioceno y comienzos del Plioceno. Sin embargo,
las lagunas del registro fósil no impiden la utilización de
técnicas moleculares para determinar el orden y época en que se
ramificaron los ancestros comunes de las especies vivas de simios y
humanos.
Sobre la base de los análisis del ADN parece que el antepasado del
gibón actual fue el primero en desgajarse de la clase de los
homínidos. Según el reloj molecular esto se produjo hace unos 16 a
23 crones, durante la radiación simia del Mioceno. Pero no existe
consenso respecto a la identidad de nuestro ancestro fósil. El
siguiente en separarse -12 a 17 crones- fue el orangután. Mucho más
tarde se separaron el gorila y el chimpancé.
Métodos
de datación fósiles:
Carbono 14: el isótopo carbono 14 se desintegra a una
velocidad constante en un isótopo de nitrógeno. La razón entre c14
y c12 se reduce a la mitad cada 5730 año. Es decir conociendo la
razón entre c14 y c12 se puede determinar el año en que murió el
organismo. Puede datar fechas de hasta 40 mil años.
Potasio argón (k10-Ar40): el isótopo de k10 se desintegra en
el isótopo de Ar40, reduciéndose a la mitad cada 1310millones de
años. A los fósiles hallados por encima o por debajo de las capas
fechadas de cenizas volcánicas se les puede asignar, pues, fechas
inferiores o superiores. Este método es fiable desde unos 200 mil a
varios millones de años.
Datación de huellas de fisión: el isótopo U238deja huelas
microscópicas cuando se fisiona una sustancia vítrea asociada a la
actividad volcánica. Como el ritmo de fisión es constante hay que
conocer la cantidad de U238 que existía originalmente en el
espécimen; que se conoce por medio de técnicas que implica un
bombardeo de neutrones. Proporción fechas exactas que oscilan entre
varios cientos de años y tres mil millones de años
Datación geomagnética: los polos magnéticos cambian su
posición de vez en cuando. Estas fechas se calculan por medio de
varios métodos de desintegración de isótopos. Los minerales en
estratos sedimentarios responden a cambios magnéticos y apuntan a la
posición de los polos magnéticos cuando se depositaron y
solidificaron.
Termoluminiscencia: los electrones quedan atrapados en las
sustancias cristalinas expuestas a la radiación natural de U, Torio
y K radiactivo. Mientras más antigua sea la muestra mayor será la
cantidad de electrones atrapados, y éstos, al calentarse producen
una cantidad proporcional de fotones. Otra forma es la resonancia de
giro del electrón, que mide directamente los electrones atrapados.
Los mejores resultados se obtienen con dataciones de entre diez mil y
doscientos mil años.
La datación genealógica con el reloj molecular: Se ha
demostrado que la mayoría de las secuencias de pares de bases del
ADN de un organismo no se codifican por caracteres que sean activados
por la selección natural. Por el contrario, la mayoría de dichas
secuencias son adaptativamente neutrales y se acumulan como
consecuencia de la deriva de genes. Se estima que, a lo largo de
muchos miles de años, el ritmo de cambio de los pares base no
adaptativo permanece más o menos constante.
En consecuencia, cuanto mayor sea la diferencia entre los genomas de
dos especies, mayor será el tiempo que ha transcurrido desde que las
dos especies se separaron de un antepasado común.
Si se conoce, a través de otras técnicas de datación, cuanto
miles de años antes dos especies tenían un antepasado común, y si
se conoce también en que porcentaje difieren sus pares base,
entonces se puede <ajustar> el reloj molecular de forma que
muestre los promedios de cambio por cada mil años.
Para la exactitud del reloj molecular es esencial el supuesto de que
el ritmo de acumulación de las mutaciones de pares base neutrales es
constante en todas las especies. Sin embargo, este supuesto ha de
corregirse para tener en cuenta los distintos ritmos a los que
maduran las nuevas generaciones de diferentes especies, puesto que la
acumulación de mutaciones de pares base neutrales y extensión
mediante deriva a través de una población depende de la tasa de
reproducción. Los roedores, por ejemplo, con su periodo generacional
tan corto, acumulan los cambios de ADN a un ritmo diez veces más
rápido que los humanos.
Adán
y Eva
Se han formulado diversas hipótesis para tratar de explicar cómo se
desarrolló el proceso evolutivo que llega hasta nosotros. Una de las
más sorprendentes reactualiza, por extraño que esto parezca, la
vieja leyenda de Adán: ciertos biólogos han asociado el cambio de
postura a un accidente genético y, más concretamente, a una
modificación brusca a nivel de los cromosomas, estos bastoncillos
que confieren los caracteres hereditarios a todos los seres vivos.
Este accidente habría hecho pasar, por ejemplo, el número de
cromosomas de 48 (como el caso de los monos) a los 46 que tiene el
hombre. Si esta modificación capital se produjo bruscamente en un
solo individuo, éste la pudo transmitir a la mitad de sus
descendientes. Ése sería Adán. Como que los homínidos tenían una
vida más corta que la nuestra, por lo que, seguramente, tenían
relaciones sexuales entre los miembros de una misma familia, esta
anomalía habría tenido la oportunidad de extenderse rápidamente.
Los hombres, pues, descenderían de una misma pareja, de modo que
Adán y Eva habrían existido realmente… por lo menos esta es la
tesis que defiende Jean de Grouchy. Pero esta teoría está lejos de
ser compartida por todos los investigadores, puesto que se opone
diametralmente a las hipótesis generalmente admitidas.
Para la mayoría de los genetistas, la evolución que condujo al
hombre siguió las pautas comunes a los demás seres vivos. Todo se
desarrolla en función de dos tipos de fenómenos: el primero de
estos tipos hace referencia a las variaciones brutales, accidentales,
de los caracteres de una especie; es lo que se denominan mutaciones.
Enseguida interviene la selección natural, que hace sobrevivir, de
manera preferente a los mutantes mejor adaptados al medio.
En esto consiste, esencialmente, la teoría clásica de la evolución.
Pero no podemos evitar el sentirnos incómodos por lo que se refiere
a su aplicación al hombre. Y es que los biólogos insisten en el
hecho de que las mutaciones ocurren por azar. De hecho, no son más
que errores en la transmisión de unos u otros caracteres de padres a
hijos. Además las mutaciones, por lo general, son contraproducentes.
Dan lugar a la aparición de caracteres inútiles; son muy raras las
mutaciones que se revelan como beneficiosas para la especie y su
supervivencia.
De
los hominoides a los primeros homínidos
Los fósiles de los homínidos más antiguos que conocemos son
miembros del género de los Australopithecus (simios del sur): se han
identificado al menos seis especies de Australopithecus:
A. ramidus
A. anamensis
A. afarensis
A. africanus
A. robustus (también llamado frecuentemente Paranthropus robustus)
A. boisei (a menudo clasificado como Paranthropus boisei)
De manera informal se los conoce a todos como <australopitecinos>.
A. ramidus: (que significa raíz en lengua Afar) fue
descubierto en 1994 por Tim White y Alemayehu Asfaw. Vivió en la
región etíope del río Aramis hace 4,5 crones, lo que lo convierte
en el homínido más antiguo y más primitivos de los descubiertos.
Sus restos están formados por multitud de dientes, fragmentos de
cráneos, mandíbulas y huesos del brazo correspondientes al menos a
17 individuos. Según sus descubridores, el ramidus se distingue de
los chimpancés por la ausencia de caninos prominentes y la posición
frontal del foramen magnum asociado a la postura erguida. Pero, en
general, las opiniones coinciden en afirmar que el ramidus todavía
era adepto a trepar a los árboles y no mantenía una posición
completamente erguida. De hecho, los propios descubrimientos del
ramidus han llegado a la conclusión de que su aspecto era demasiado
similar al de los simios como para poder considerarlo un antepasado
de los australopitecinos, por lo que prefieren contemplarlo como un
género separado para el que han propuesto el nombre de ardipithecus.
A. anamensis: descubierto en 1994 en las cercanías del lago
Turkana en kenia por un equipo dirigido por Meave Leakey y Alan
Walker, al anamensis vivió hace alrededor de 3,9 o 4,2 crones (Anam
es el nombre turkana equivalente a lago). Al contrario que el
ramidus, el hallazgo incluía restos de huesos de ambas piernas y
brazos, que permiten afirmar sin duda que el anamensis andaba
totalmente erguido, y por lo tanto parece probable que sea el
ancestro de la especie de australopitecinos más próxima
cronológicamente al A. afarensis, que a su vez fue antepasado del
género Homo.
A. afarensis: sus restos más primitivos y abundantes fueron
hallados en Laetoli, en Tanzania. También se han hallado en
yacimientos de Omo, en el sur de Etiopía; en Koobi Fora, en los
alrededores del lago Turkana y en Turkana Occidental, en kenia; así
como en la Garganta de Olduvai. No obstante, los primeros hallazgos
fueron los encontrados por Don Johanson en Hadar, en la región de
Afar del norte de Etiopía.
El afarensis apareció hace unos 3,7 crones, sobreviviendo hasta unos
2,9 crones, momento en que probablemente aparecieron una o dos
especies homínidas sucesoras. El más célebre de los restos de
afarensis es una pequeña mujer conocida como Lucy. Se ha conservado
alrededor de un cuarenta por ciento de su esqueleto incluyendo huesos
de la pelvis, los brazos y las piernas. Medía unos 105 cm y pesaba
alrededor de 28 kg. Pero otros restos en Hadar y de otros
emplazamientos afarensis muestran que los varones afarensis eran unos
45cm más altos y pesaban bastante más. Algunos expertos argumentan,
sin embargo, que estos especímenes más grandes no son varones, sino
miembros de una especie más robusta.
El análisis de la pelvis y de los huesos de la pierna y de los pies
encontrados en Hadar y otros emplazamientos afarensis no deja lugar a
dudas acerca de que el afarensis era un homínido bípedo. Además
existe la evidencia de una extraordinaria serie de huellas de pisadas
que se extiende a lo largo de 22 metros encontrada en Laetoli,
Tanzania. Estas pisadas conservadas en cenizas volcánicas datan de
unos 3,6 crones. Fueron dejadas por dos o tres homínidos que
oscilaban entre 1,20 y 1,50 m de altura, según se determina por la
relación entre la longitud de los pies y la longitud de los pasos.
Se parecen a las pisadas del hombre moderno en que tienen un talón
bien formado, un fuerte arco y una eminencia metatarsiana bien
definida, además de un dedo gordo bien alineado que no sobresale
lateralmente como el de los simios.
El examen de los huesos del dedo afarensis indica que conservaron muy
poco de la capacidad de agarre característicamente de los pies de
los póngidos trepadores. Pero, al igual que los póngidos, los
afarensis tenían extremidades delanteras muy largas en relación con
sus piernas, lo que probablemente los hiciera más aptos para trepar
a los árboles que los modernos humanos.
Aunque los pies de los afarensis no se parecen a los de los simios su
capacidad craneal era de unos 415 cc, dejando espacio sólo para un
cerebro muy pequeño, similar al de los simios. La media
correspondiente a los chimpancés y gorilas está entre los 400 y 500
cc, mientras que los modernos humanos oscilan alrededor de los
1.350cc.
En el afarensis, como en los modernos humanos, la cavidad donde la
columna vertebral se encuentra con el cráneo, el foramen magnum,
está debajo del cráneo e inclinada hacia adelante.
Los dientes del afarensis tienen varios rasgos parecidos a los de los
simios primitivos. Los incisivos son más anchos y protuberantes que
los de los humanos. Y, aunque los caninos son más pequeños que en
los simios, todavía resaltan en aberturas especiales en las filas de
dientes. Sin embargo, en su conjunto, los dientes de los afarensis
recuerdan a los de los simios del Mioceno más que a los de los
simios modernos o los del Homo.
Otros australopitecinos: el A. africanus fue el primero de los
australopitecinos descubiertos (1924). Sus hembras tenían una
estatura ligeramente superior a la de Lucy y un menor dimorfismo
sexual. El africanus vivió en el sur de África en el periodo que va
desde hace tres millones de años hasta hace 2,4. Algunos huesos del
pie recientemente descubiertos y datados en al menos tres millones de
años indica que el gran dedo pulgar conservaba un considerable grado
de oponibilidad, lo que sugería que el africanus no estaba
totalmente adaptado a la vida en el suelo, aunque esta teoría
permanece envuelta en una nube de controversia.
El A. robustus, no obstante lo que su nombre implica, tenía
aproximadamente el mismo peso que el afarensis y el africanus. Sin
embargo, se diferenciaba de ellos por tener pronunciadas crestas
similares a las del chimpancé y rebordes en el cráneo en los que se
ligaban grandes músculos para la masticación. Estos rasgos, junto
con sus grandes dientes molares, sugieren que se habían adaptado a
la alimentación basada en semillas y plantas de tallo duro. El
robustus se extendió hasta el sur de áfrica entre 1,86 y 1,62
crones.
El boisei es la especie robusta del este de áfrica. Era
aproximadamente del mismo tamaño que el robustus pero sus poderosos
músculos maxilares se unían en notables crestas y rebordes óseos
como los del gorila. El igual que el robustus, sus fuertes maxilares
y sus grandes dientes molares sugieren un modo de vida adaptado a la
alimentación a partir de semillas y de plantas de tallo duro. El
boisei aparece primero en el registro fósil hace unos 2,0 crones y
desaparece hace unos 1,3 crones, lo que lo convierte en el último
australopitecino en extinguirse.
El
género Homo
La primera especie perteneciente a este género recibe el nombre de
Homo habilis, que literalmente significa hombre hábil, en
reconocimiento de la presumible asociación entre el Homo habilis y
el inicio de la fabricación de útiles de piedra. Se han encontrado
restos del habilis en la Garganta de Olduvai, en Tanzania, y en
kenia, en Koobi Fora. En Olduvay el H. habilis está representado por
un pequeño homínido no mucho mayor que Lucy pero con una capacidad
craneal media mucho más grande que la de los australopitecinos (650
cc frente a 415 cc), y un foramen magnum en una posición totalmente
moderna.
Aunque parece que la mayoría de los habilis vivieron hace alrededor
de dos crones, existe un fragmento de cráneo de uno de ellos
encontrado en Chemeron, en las cercanías de lago Baringo, que posee
una antigüedad de 2,5 crones.
Anteriormente se creía que hace 2 millones de años el género Homo
estaba representado exclusivamente por el Homo habilis, que fabricaba
y utilizaba herramientas. Sin embargo, más recientemente ha ganada
adeptos la teoría de que hubo una segunda especie, el Homo
rudolfensis, que fabricó útiles del mismo tipo en el mismo periodo
de tiempo. Una tercera especie de Homo, clasificada por algunos como
el primer Homo erectus y por otros como Homo ergaster, apareció hace
aproximadamente 1,7 crones y usaba también los mismo útiles. Sobre
la base de analogías con el uso de útiles entre los monos y los
simios contemporáneos es probable que tanto los australopitecinos
como el homo habilis fabricaran y utilizaran algunos tipos de útiles.
El descubrimiento de útiles de piedra más antiguos que se conoce
cerca del río Gona, en Etiopía, datados de 2,6 crones, refuerza
esta hipótesis, ya que en esa época ni el Homo habilis ni el Homo
rudolfensis habían aparecido en escena (si no tenemos en cuenta el
cuestionable fragmento de Homo habilis fechado en 2,5 crones).
A partir de analogías con los primates modernos, cabe inferir
también que tanto los australopitecinos como el Homo disponían de
tradiciones sociales o culturales rudimentarias. Sin embargo, el
habilis o el rudolfensis, con el gran desarrollo de su capacidad
craneal, probablemente había avanzado más que los otros homínidos
hacia modos de subsistencia y de visa social basados en pautas
culturales, con la consiguiente disminución de la dependencia de
patrones de conducta instintivos o genéticamente programados.
También sobre la base de las analogías con los modernos chimpancés
podemos suponer que la mayor dependencia de la cultura surgió
primariamente de las ventajas que se obtenían de compartir
alimentos, especialmente carne, entre varones y hembras, que
condujeron al aprovisionamiento común de los niños por los adultos
de ambos sexos. Nada hay en el registro fósil que indique que ser un
<simio asesino> sea inherente a la naturaleza humana. Antes
bien, el rasgo definitorio de nuestra naturaleza es que somos el
animal que más depende de tradiciones sociales para su supervivencia
y bienestar.
Deberemos esperar investigaciones futuras para conocer con exactitud
la cantidad de carne que era consumida, así como para poder saber si
era por medio de la caza o de su carroñeo. Del mismo modo, se
desconoce si los primeros homínidos operaban desde una base
doméstica.
La mayor diferencia entre los primeros homínidos y sus ancestros
hominoides se relaciona con la manera bípeda de caminar y de correr.
El bipedismo hizo posible que los homínidos incrementaran su
confianza en los instrumentos, que los fabricaran mejor, que
transportaran útiles, comida y otros objetos a largas distancias,
que pudieran escapar corriendo de los depredadores y, en definitiva,
que pudieran explotar su hábitat de sabana más eficazmente que sus
ancestros habitantes de los bosques.
LOS
ORÍGENES DEL HOMO SAPIENS
El
Homo erectus:
Sucesor del homo hábilis y del robustus, surgió en áfrica hace
unos 1.8 millones de años. Su presencia en Java sobre la misma época
no ha sido justificada. Entre hace 1.5 y 1 millón de años el E.
erectus llegó a poblargran parte del viejo mundo, incluyendo China y
Europa occidental (Georgia), así como África e indonesia. No ha
sido detectada su presencia en Europa Occidental. En África y Asia
Occidental el Homo erectus se asocia con la cultura del achelense
caracterizado por hachas de mano y otros útiles bifaces. La escases
de los instrumentos achelenses en China e Indonesia puede ser una
consecuencia de la sustitución de la piedra por el bambú como
materia prima básica en la manufactura de útiles. También poseía
un taño mayor del cerebro en comparación con los anteriores que
sugiere una intensa evolución cultural (su volumen craneal oscila
entre uno 727 y los 1.067 cc). Hay multitud de pruebas de que el
erectus fue un eficiente cazador y consumidor de carroña que poseía
cierto grado de control sobre el fuego.
Ha quedado claro que el Homo erectus perduró a lo largo de un millón
y medio de años, con escasas modificaciones, si es que las hubo, de
su bagaje de útiles achelense o del tamaño de su cerebro. Esto
sugiere a los expertos que el tamaño del cerebro del H. erectus
puede haber sido seleccionado para una función distinta de un
intensificado potencial para la evolución cultural. Una posibilidad
es que el tamaño del cerebro aumentara para suministrar redundancias
neuronales fiables contra el estrés térmico, capacitando de esta
forma al H. erectus para la caza mayor durante el calor diurno. Esta
teoría ayuda a explicar la falta de vello espeso en el cuerpo, así
como la abundancia de glándulas sudoríparas y otros rasgos
dispersores del calor en la fisiología humana.
El H. erectus comenzó a ser reemplazado por las formas arcaicas
primitivas (toscas, sin barbillas, pero con un gran cráneo)
vagamente conocidas del H. sapiens a lo largo de un periodo de 0,5 a
0,2 crones. En Europa, entre los años 130 mil y 750 mil a.C. a las
formas arcaicas del H. sapiens siguieron las subespecies mas
robustas, de mayor tamaño cerebral y adaptadas al frío conocidas
como neandertalenses, alrededor de cuyas aptitudes
lingüísticas, cognitivas y culturales existe una considerable
incertidumbre. El neandertal se caracterizó también por enterrar a
sus muertos en tumbas de poca profundidad, poniendo los cadáveres en
posición fetal, con las piernas apoyadas contra el pecho.
Según la teoría del origen único, el proceso de sapienización,
con su selección de rasgos más ligeros, dientes más pequeños,
cráneos redondeados y una mayor dependencia de la cultura, se inició
en África, quizá en fecha tan temprana como la del 125 mil a.C. Las
pruebas aportadas por el ADN mitocondrial apoyan la teoría del
origen único. De acuerdo con este punto de vista el moderno H.
sapiens se originó en África y emigró a Europa y al resto del
Viejo Mundo, reemplazando en todas partes las arcaicas poblaciones
locales y regionales preexistentes de H. sapiens. Se trata de un
punto de vista opuesto el sostenido por la teoría del origen
múltiple, según el cual las poblaciones regionales de primitivos H.
sapiens (incluido el neandertal) siguieron un proceso paralelo de
sapienización sólo que a ritmos ligeramente diferentes. Un aspecto
esencial del debate en torno a los orígenes del moderno H. sapiens
estriba en que no existen diferencias significativas entre el bagaje
de útiles y otras prácticas culturales del neandertal y las del
moderno sapiens, lo que implica que los primeros homo sapiens
modernos –anteriores al 40 mil a.C.- no estaban más avanzados que
los neandertales en sus aptitudes para el lenguaje y la cultura
humanos.
Prescindiendo de los detalles del proceso evolutivo, lo decisivo es
que después del 350 mil a.C. sólo quedó una sola especie homínida
en todo el mundo: el Homo sapiens sapiens.
LA
RAZA, LA VARIACIÓN HUMANA Y LAS FUERZAS DE LA EVOLUCIÓN
Las
razas como poblaciones
En las taxonomías biológicas, raza es sinónimo de subespecie: una
población geográficamente aislada dentro de una especie que ha
tenido poco o ningún flujo de genes con otras poblaciones
durante un largo periodo de tiempo y que se encuentra a punto de
convertirse en una nueva especie. No existen pruebas de que
cualquiera de las grandes subdivisiones del Homo sapiens encuentre
dificultades biológicas crecientes para entrecruzarse con otras. Por
consiguiente, no existe base para considerar a cualquier subgrupo
contemporáneo en el límite de la especiación y, en consecuencia,
se podría operara científicamente sin utilizar el término raza
para referirse a los grupos humanos. La tentación de alimentar el
termino raza se ve, además, reforzada por el manojo de errores
conceptuales que se asocian con las taxonomías populares de las
razas y que se ejemplifican en términos tales como negro, cobrizo,
amarillo y blanco; o negroide, mongoloide y caucásico; o africano,
asiático y europeo. De hecho, las discrepancias entre las ideas
populares acerca de las razas y los principios científicos modernos
de taxonomía y genética son tan grandes que algunos antropólogos
quieren eliminar por completo la palabra raza de los manuales de
antropología y utilizar, en su lugar, el término población. Una
población humana es simplemente cualquier grupo de gente cuyos
miembros se cruzan entre sí y que muestran frecuencias genéticas
diferentes cuando se comparan con los grupos vecinos de gente.
De cualquier modo, la palabra raza y su significado popular son
demasiado importantes como para ignorarlos. La posición que tomo es
la expresada por Wenda Trevathan: <Evitar la raza, tratarla como
si no existiese como concepto, válido o no, en antropología física,
es adoptar la posición del avestruz en el mejor de los casos, una
posición no ética en el peor>.
Taxonomías
raciales
La definición de raza como una población en la que aparecen uno o
más genes con una frecuencia característica contradice las nociones
populares sobre las divisiones raciales del moderno Homo sapiens.
Según la concesión popular el H. sapiens está dividido en un
número pequeño y fijo de grupos raciales cuyos miembros poseen un
conjunto de rasgos hereditarios característicos que definen una
raza.
Estos rasgos serían inmediatamente perceptibles como rasgos
externos. Se piensa que cada raza posee un haz particular de tales
rasgos. Así, los caucasoides tienen una alta frecuencia de piel
pálida, cabello lacio u ondulado, mucho vello en el cuerpo, nariz de
anchura estrecha a media y de estatura de media a alta. Los negroides
tendrían piel morena, oscura o negra, pelo rizado, cantidad de pelo
corporal media y labios y narices gruesos. Los mongoloides tendrían
de piel pálida a morena clara, cabello negro lacio, ojos marrón
oscuro con pliegues epicánticos, estatura de media a baja y caras y
cuerpos relativamente desprovistos de vello.
El primer problema que plantea este concepto es que los rasgos de
estos conjuntos no permanecen juntos en el tiempo y el espacio. Por
el contrario, cada rasgo puede ser clasificado independientemente y
separado genéticamente estando sometido a las fuerzas evolutivas de
la mutación, deriva, flujo genético y selección. En consecuencia,
al menos la mitad del mundo exhibe hoy en día paquetes de rasgos
raciales con los que no cuentan los estereotipos populares.
Por ejemplo, millones de personas con labios y narices estrechos, y
cabello ondulado, pero piel de marrón oscura o negra, viven en el
norte de África. Los habitantes nativos del sur de África tienen
ojos con el pliegue epicántico, piel de marrón clara o de marrón
oscura y cabello en espiral. India tiene millones de personas con
cabello lacio u ondulado, piel marrón oscura y labios y narices
estrechas. En las estepas de Asia central, los pliegues epicánticos
de los ojos se combinan con el cabello ondulado, los ojos claros,
vello facial y corporal considerable y la piel pálida. En indonesia
se da una alta frecuencia de pliegues epicánticos, piel entre clara
y marrón oscura, cabello ondulado y labios y narices gruesos. Entre
los habitantes de la isla de Oceanía se encuentran combinaciones
variadas de piel de marrón a negra, con formas y cantidades
llamativamente distintas de pelo y rasgos faciales. Uno de los más
interesantes paquetes de rasgos se da entre los ainu del norte de
japón, que tienen piel clara, cresta de las cejas gruesas y están
entre las personas con más pelo del mundo. Finalmente, en Australia
se encuentra piel de pálida a marrón oscura y cabello ondulado de
rubio a marrón.
Lo erróneo de intentar meter a la fuerza todas las poblaciones en un
molde de tres o cuatro categorías raciales está bien ilustrado por
el sistema de identidad racial empleado corrientemente en Estados
Unidos. En la taxonomía popular americana, si un progenitor es negro
y el otro blanco, el hijo es negro, a pesar del hecho de que, según
las leyes genéticas, la mitad de los genes del hijo son del
progenitor negro y la otra mitad del blanco. La práctica de encajar
a la fuerza a la gente en casillas raciales se convierte en absurda
cuando en la ascendencia negra se reduce a un solo abuelo o
bisabuelo. Esto provoca el fenómeno del blanco que es clasificado
socialmente como negro. La naturaleza arbitraria de esta práctica se
extiende a muchos estudios aparentemente científicos de blancos y
negros. La mayoría de los negros americanos han recibido una
significativa parte de sus genes de ancestros europeos recientes.
Cuando se estudian muestras de los negros americanos, la suposición
de que representan genéticamente a los africanos resulta incorrecta.
De modo similar, muchos blancos en los Estados Unidos poseen
antepasados africanos recientes.
Todos los científicos como los profanos harían bien en imitar a los
brasileños, que identifican los tipos raciales no por tres o cuatro
términos, sino por 300 o 400.
Antigüedad
de las razas
Tradicionalmente se supone que la antigüedad de los grupos raciales
se remonta hasta el comienzo de la historia. Sin embargo, debido a
las fuerzas evolutivas y a los principios de la variedad
independiente y de la segregación genética, puede que el rasgo
utilizado para definir a las razas en la actualidad y en el pasado
reciente no existieran como tales en épocas más remotas. Nadie sabe
que rasgos caracterizaban a las poblaciones de hace 25.000 o más
años. Esta incertidumbre es especialmente relevante en lo que se
refiere a las partes blandas del cuerpo, color de piel y forma del
pelo, ya que estas características no se mantienen en el registro
fósil. Las imágenes de tipo raciales de nuestros días no pueden,
por lo tanto, proyectarse en poblaciones que vivieron hace desenas de
miles de años, ya que nuestros antepasados remotos probablemente
eran completamente diferentes y guardaban escasas semejanzas con
negroides, caucasoides o mongoloides, tales y como les conocemos hoy
en día.
Purasangres
Otro concepto popular erróneo acerca de la raza es que existen
individuos o grupos de pura sangre que son más representativos que
otros de los rasgos, la esencia o el arquetipo de la raza. Por
ejemplo, según la teoría nazi de la raza, los individuos de pelo
rizado, labios gruesos y piel oscura residentes en el norte de Europa
son considerados menos básicamente nórdicos que aquellos de labios
finos, piel y ojos claros. Pero cualquier individuo cuyos genes
formen parte del pool genético de una población es miembro de esa
población como cualquier otro. Es la frecuencia genética de un
grupo, y no el genoma de un individuo en particular, lo que define su
estatus como población.
Anteriormente, los antropólogos físicos dividían a los europeos en
bálticos, nórdicos, alpinos, dináricos y mediterráneos. Añadiendo
subgrupos similares por todo el mundo, se producen clasificaciones
que tienen decenas e incluso centenas de razas. Pero dentro de todos
estos subgrupos, rasgos como la forma del pelo, el color de la piel y
la estatura continúan variando ampliamente. En el siglo XIX,
racistas como el conde Gobineau intentaron superar este problema
defendiendo que las razas puras existiendo hace mucho tiempo, pero
que habían perdido su linaje a través de matrimonios. Sin embargo,
no hay razones para pensar que existieran alguna vez poblaciones
humanas, grandes o pequeñas, en dicho estado de pureza homogénea.
Por el contrario, todas las pruebas disponibles indican que las
poblaciones humanas se han caracterizado siempre por la mezcla
genética a gran escala con sus vecinos.
Clinas
Las naciones populares imaginan las razas como ocupantes de
territorios rígidamente delimitados. Pero, en realidad, los genes
responsables de las diferencias en el color de la piel, forma del
cabello y otros caracteres utilizados para definir las categorías
raciales aparecen con frecuencia gradualmente crecientes o
decrecientes de una región a otra. Tales distribuciones se denominan
clinas. Por ejemplo, la frecuencia de los genes responsables del
color oscuro de la piel crece gradualmente cuando nos desplazamos
desde el sur de la Europa mediterránea a lo largo del Nilo o a
través del Sahara y hasta África central. No hay rupturas bruscas
en punto alguno del recorrido. Asimismo, la incidencia de los
pliegues epicánticos aumenta gradualmente desde el oeste al este a
través de Asia, mientras que la frecuencia del cabello ondulado se
incrementa en dirección opuesta.
Las clinas son el resultado de dos procesos evolutivos: el flujo de
genes y la selección. Como resultado de la propagación de genes por
las poblaciones adyacentes se puede esperar un cambio gradual en la
frecuencia de genes con la distancia. Un patrón similar resultaría
si hay una ventaja adaptativa para un gen y si esa ventaja varía con
la latitud, longitud o altura. El color de la piel, por ejemplo,
tiene un modela clinal desde las latitudes más bajas hasta las más
altas relacionadas con la intensidad gradualmente cambiante de los
rayos del sol desde las regiones ecuatoriales hasta las árticas.
La existencia de castas de clinas pone en duda la noción de que las
razas estén asociadas con territorios fijos y antiguos. El flujo de
genes, la mutación y la selección actúan constantemente alternando
las frecuencias genéticas y los límites entre las poblaciones. Por
consiguiente, no existe un punto de partida en el que todas las razas
actuales eran puras y sin mezclas y vivían aisladas en su
territorio.
Los
grupos sanguíneos y las razas
Se plantea otro problema al definir las razas utilizando el paquete
tradicional de rasgos. A medida que se añaden más rasgos al paquete
original, especialmente si se trata de rasgos que no son perceptibles
externamente, cambian los límites entre las mismas. Esto puede
observarse en el caso de los alelos que determinan las propiedades
inmunológicas de la sangre y, en consecuencia, el éxito de las
transfusiones entre un hombre y otro.
Los grupos de sangre mejor conocidos son los controlados por tres
alelos que se denominan A, B y O. Estos alelos dan lugares a cuatro
fenotipos: A, B, AB y O. La relación alelos y fenotipos es la
siguiente: el O es recesivo y los alelos A y B son dominantes.
Todos los hombres tienen uno de estos cuatro fenotipos de grupo
sanguíneo.
El tipo más ampliamente distribuido es el O, que se da en todos los
continentes y a través de todas las divisiones raciales. Se produce
con una frecuencia del 70 al 80 por ciento en Escocia, África
central, Siberia y Australia. Del mismo modo, el tipo A reconoce las
barreras raciales: África, India y el sur y el norte de china poseen
frecuencias del 10 al 20 por ciento, mientras que Japón, Escocia y
la mayor parte de las zonas aborígenes de Australia se encuentran en
un intervalo comprendido entre el 20 al 29 por ciento. Los asiáticos
poseen frecuencias del tipo B que oscilan entre el 10 y el 30 por
ciento; sin embargo, los nativos americanos, cuyos ancestros fueron
asiáticos, oscilan entre el 0 y el 5 por ciento, frecuencia que
comparten con los aborígenes australianos. Tanto África occidental
como el este de Europa muestran el tipo B en frecuencia comprendidas
entre el 15 y el 20 por ciento. Cuando aplicamos un criterio racial
encontramos que similares distribuciones disconformes son
características de otros sistemas de clasificación sanguínea,
tales como el NMS y el Rh; sin embargo puede lograrse algún grado de
correlación cuando se usa la técnica estadística que se conoce con
el nombre de análisis multivariado.
Raza
y polimorfismos
Las variaciones en el grupo sanguíneo constituyen un ejemplo de
polimorfismo genético, que se produce cuando un gen tiene uno o más
alelos. Se estima que hasta un 30 por ciento de los genes humanos son
de este tipo. Las ideas tradicionales sobre las razas contribuyen muy
poco a la comprensión de por qué se producen estos polimorfismos y
por qué se distribuyen de una población a otra.
El fracaso de la idea de los arquetipos raciales para explicar la
distribución de polimorfismos como los grupos sanguíneos da cuenta
en gran medida del declive del interés pos usar el concepto de raza
que han mostrado los antropólogos físicos. En su lugar, han
encontrado que es mucho más productivo acercarse al problema de los
polimorfismos genéticos desde un punto de vista dinámico evolutivo
y estudiar el papel de la selección natural y de otras fuerzas
evolutivas en la producción de las variaciones de las frecuencias de
genes.
Por ejemplo, se dispone de elementos de juicios que relacionan los
grupos sanguíneos ABO con diferentes resistencias a enfermedades
capaces de afectar al éxito reproductor, como la viruela, la peste
bubónica y el envenenamiento de alimentos por bacterias tóxicas.
Por ello, la explicación del polimorfismo del tipo sanguíneo tal
vez deba buscarse más en la historia de las exposiciones
transitorias de diferentes poblaciones a diferentes enfermedades que
en la estirpe racial.
Células
falciformes y polimorfismos conexos
Uno de los casos más interesantes de polimorfismos es el de las
células responsables de la enfermedad que se conoce por el nombre de
anemia de células falciformes. Los glóbulos rojos de las personas
aquejadas de este efecto congénito tienen forma de hoz en vez de ser
redondos y no son capaces de transportar las cantidades normales de
oxígeno. Un individuo cae víctima de este defecto potencialmente
letal solo cuando ambos padres son portadores del alelo de la
falcemia. Los individuos que han heredado el alelo de uno solo de los
padres muestran únicamente síntomas benignos.
Parece que diversos alelos de la falcemia se originaron en África
extendiéndose por la región del Mediterráneo y por la India. Otro
alelo falcémico de evolución independiente ha sido descubierto en
el sudeste de Asia. Todas las zonas en las que estos alelos aparecen
destacan por la alta incidencia de la malaria. Se descubrió que, en
presencia de los alelos de la falcemia, el parásito de la malaria
era incapaz de reproducirse y que los individuos portadores en forma
heterocigótica ofrecían una resistencia a la enfermedad mucho mayor
que aquellos que eran homocigotos en los glóbulos rojos normales.
Mientras que los homocigotos afectados de falcemia solían tener poca
salud, los heterocigotos salían adelante. Como los heterocigotos
superaban el número de los homocigotos en una relación de 2:1,
mientras la malaria sea endémica el alelo de la falcemia nunca
desaparecerá. Los alelos permanecen equilibrados, de este modo,
constituyen lo que se llama un polimorfismo en equilibrio.
Otra forma similar de polimorfismo equilibrado es la que parece
explicar la persistencia de una enfermedad con el nombre de
talasemia. Esta enfermedad es una forma de anemia que resulta del
deterioro de la capacidad para producir el número adecuado de
glóbulos rojos, no de un defecto de las células. En su estado
homocigoto, el alelo de la talasemia es con frecuencia fatal; en su
estado heterocigoto parece que no tiene efectos nocivos. Como en el
caso del alelo de la falcemia, el de la talasemia se encuentra en
regiones que están, o han estado recientemente, infectadas de
malaria, especialmente en los países que bordean el mar Mediterráneo
y el sur de la India.
Probablemente las mutaciones hayan producido miles de anomalías en
los glóbulos rojos, la mayor parte de los cuales son ineficaces
contra la malaria. Unas pocas, sin embargo, demostraron ser eficaces
contra la malaria y fueron reiteradamente adoptadas por la selección
natural.
La
nariz y la configuración corporal
Se han estudiado distribuciones de los rasgos asociados con las
principales razas según su posible valor adaptativo. Los resultados
distan de ser concluyentes, pero algunas interesantes sugerencias
permiten relacionar ciertos rasgos con la temperatura, la humedad y
otros factores climatológicos. Por ejemplo, la nariz larga de los
europeos puede haber sido el resultado de la necesidad de elevar el
aire frío y húmedo a la temperatura corporal, antes de que alcance
los pulmones. La forma redondeada y rechoncha que se da en general
entre los esquimales puede contemplarse en general como otro tipo de
adaptación al frío. La forma esférica representa el máximo de
masa corporal con el mínimo de superficie, lo que pone en relación
un máximo de producción de calor con un máximo de conservación de
éste. Por otra parte, una forma corporal alta y delgada combina el
mínimo de masa corporal con el máximo de superficie, maximizando de
ese modo la pérdida de calor. Estas consideraciones pueden explicar
la altura y delgadez de los africanos nilóticos, que habitan
regiones donde se da un calor seco e intenso.
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